El teléfono celular es el tercero en las relaciones posmodernas. Antes los problemas matrimoniales giraban en torno a la apatía, la infidelidad o los dolores de cabeza, que servían como pretexto para no cumplir con los deberes en la cama, pero hoy en día, es ese pequeño aparato el que está sembrando la discordia.
Estadísticamente, el celular y las redes sociales son ya la primera causa de divorcio en el mundo; Facebook ha provocado más de 28 millones de rompimientos amorosos, debido a mensajes íntimos encontrados por las parejas, pero también a que, unos y otros pasan demasiado tiempo inmersos en esa red.
Especialmente los hombres suelen quejarse de que sus parejas mujeres, le prestan más atención al teléfono celular que a ellos, lo que eventualmente deriva en la pérdida del interés por la relación. Aquí un testimonial:
¡Mi Adorado Smartphone!
Ya estoy sentada comiendo, pero alcanzo a escuchar el sonidito de mi celular, avisando que llegó algo. No espero nada importante, pero me empiezo a angustiar por haberlo olvidado en la otra habitación. Ni modo, me tengo que levantar e ir por él o no podré comer a gusto.
Efectivamente no era importante, pero ¡ya lo tengo a mi lado!
Antes, cuando me despertaba, lo primero que hacía era encender un cigarro, pero ahora lo primero es tomar el Smartphone del buró –que nunca lo apago–, ver si llegó algo, y ponerme a navegar. Ya al rato encenderé el cigarrillo.
Me acuerdo cuando mi papá (q.e.p.d.), se metía al WC, los fines de semana, con su Excélsior y se quedaba leyendo (y haciendo lo necesario), por mucho rato. Creo que, siguiendo su ejemplo (¿o herencia?), ya no puedo ir al baño sin mi celular.
Ya he leído, y me han dicho que causa insomnio y puede dañar la vista, pero lo sigo viendo, como hasta las 12 de la noche, antes de dormirme. ¡No creo nada de eso!, aunque me cuesta mucho trabajo dormir…
Por cierto, presumiendo de esa disque cualidad de las mujeres, de poder hacer varias cosas a la vez, con mucha frecuencia, mientras veo programas en la tele, también tengo el celular frente a mis ojos, al cabo que alcanzo a oír la TV, aunque a veces confieso que, de repente no entiendo lo que está pasando, por no verla y le pregunto a mi marido; pero como acordamos que no me va a estar explicando a medio programa, por andar con el celular, pues ¡me aguanto como las machas!
Dicen que es una adicción horrible, pero yo la tengo controlada y la puedo dominar cuando quiera… ¡Ya dije!
¿Por qué será que los seres humanos buscan socializar en las pantallas de sus teléfonos, pero se han vuelto incapaces de conservar sus relaciones en el mundo real?, ¿será que pronto dejarán de salir a la calle, de abarrotar los cafés, los cines o los centros nocturnos, para permanecer chateando en celulares?
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