Pronto las computadoras como las conocemos quedarán muy atrás, estamos en la era de la ciencia cuántica y pronto los ordenadores con esa tecnología serán los que manden en el mundo.
Se dice que los ordenadores cuánticos aprovechan algunos de los fenómenos casi místicos de la mecánica cuántica, para ofrecer grandes avances en cuanto a potencia de procesamiento y el secreto de este tipo de equipos reside en su capacidad para generar y manipular bits cuánticos, conocidos como qubits.

Es bien sabido que los ordenadores actuales funcionan con bits, una corriente de pulsos eléctricos u ópticos que representan unos y ceros en sistema binario. Todo, desde los correos electrónicos que utilizas hasta los vídeos de YouTube pasando por este mismo artículo que estás leyendo, son en esencia largas cadenas de dígitos binarios.
Los ordenadores cuánticos, por el contrario, utilizan qubits en su lugar, que son partículas subatómicas como electrones o fotones. En ambos casos, el objetivo es aislar los qubits en un estado cuántico controlado.

La mayor particularidad de los qubits es que, al contrario que los bits que sólo pueden ser unos y ceros, son capaces de tener tres estados: uno, cero, y uno y cero simultáneamente. Esta capacidad de representar varios estados al mismo tiempo es lo que se llama superposición, y para que los qubits lleguen a este estado, es necesario manipularlos con láseres de precisión o rayos de microondas.
Una de las aplicaciones más prometedoras de estos sistemas es simular el comportamiento de la materia a nivel molecular. Los fabricantes de automóviles como Volkswagen o Daimler ya utilizan ordenadores cuánticos para simular la composición química de las baterías de los coches eléctricos para buscar maneras de mejorar su rendimiento, y las compañías farmacéuticas los emplean para analizar y comparar compuestos que podrían conducir a la creación de nuevos medicamentos.
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