Primero fue la gran novedad, lo mágico de poder comunicarse sin estar en un teléfono fijo, luego fue algo muy útil, al poder buscar información en Internet; empezó a preocupar cuando ya parecía un vicio, gracias a las redes sociales; ahora ya puede llegar al grado de enfermedad: nomofobia (del inglés “no-mobile-phone phobia”).
En 2004, cuando todavía no había llegado la explosión de los smartphones, la profesora Gloria Mark, de la Universidad de California, planteó la hipótesis: «los celulares, ¿un modo de distracción o una potencial adicción?».
Distintos estudios indican que, en promedio, el celular se revisa entre 80 y 110 veces por día. Esas pequeñas dosis de información generan descargas de dopamina que funcionan como el encendido de un cigarrillo para un fumador. De allí que el usuario vuelva obstinado a la pantalla de su smartphone.
La carrera se inicia en la infancia. La generación que nació y nacerá con la tecnología bajo el brazo, incorpora el celular como un apéndice de su propio cuerpo. En general, los más pequeños utilizan el dispositivo para jugar, con fines lúdicos; ya los adolescentes diversifican su uso en redes sociales, fuente de información y hasta para ver series o películas. «Debe prevalecer el sentido común. Hoy la tecnología aporta muchísimas cosas, no se puede desestimar, pero no debe ser la única fuente de conocimiento y dejar de lado, por ejemplo, la lectura», sostuvo la licenciada en psicología Paula Tripicchio, del Instituto de Neurología Cognitiva, en Argentina.
La Academia de Pediatría Norteamericana, en su último informe de 2016, recomienda que hasta los 18 meses el niño no esté expuesto a ninguna pantalla, ni siquiera a la del televisor. Entre los dos y cinco años ya se le puede acercar a pantallas, pero no más de una hora diaria, con una estricta supervisión de contenido por parte de los padres. A partir de los seis años, se aconseja un uso moderado que privilegie los juegos de estimulación y deje de lado los de violencia.
La edad promedio en que un chico recibe su primer celular está hoy en los once años. Cuando los amigos ya tienen su celular, ya no se puede aplazar más la entrega de un smartphone. Y ese móvil será el primero de muchos que vendrán. El primero, imposibilita la oportunidad de dar marcha atrás en la relación inquebrantable persona-celular. La mera distracción o la preocupante adicción.
La dependencia a la tecnología está generando daños, incluso en nuestro sueño. Esa es la conclusión a la que llegó un reciente artículo de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, la luminiscencia de las pantallas (ya sea de un Smartphone o una Tablet) «reduce la melatonina (la hormona reguladora del sueño) y además prolonga el tiempo que tardamos en dormirnos».
Otro de los efectos de dormir cerca de un celular encendido es que «también retrasa y reduce el sueño REM (o sueño profundo)… todo ello conduce a que retrasemos la hora del sueño y que suframos de insomnio o de deficiencias en el sueño, por esta interrupción silenciosa de los ritmos circadianos del organismo».
El solo hecho de mirar el celular antes de dormir tiene efectos devastadores en el organismo. La investigación confirma que esta acción hiperexcita el cerebro, lo que hace que nuestros ciclos de sueño se interrumpan. «Para que nuestro cerebro descanse y durmamos lo mejor posible, deberíamos apagar nuestros celulares y nunca encenderlos mientras dormimos, puesto que cualquier vibración, sonido o destello, puede despertarnos e interrumpir nuestros ciclos de sueño».
Además, el hecho de despertarnos en la mitad de la noche por causa de un sonido o alerta del celular induce lo que los científicos llaman “insomnio tecnológico”, una patología que «provoca insomnio en su fase más inicial pero que, en algunos casos, puede provocar despertares intrasueño».
No solo la calidad de nuestro sueño puede verse afectada cuando abusamos de la tecnología. A veces, para tratar los trastornos, se puede necesitar incluso medicación y, además de los problemas emocionales, la nomofobia causa también daños físicos. Otras enfermedades que podemos sufrir cuando no podemos “despegarnos” de nuestros celulares y otros aparatos electrónicos son:
Fobias: una persona que tenga problemas al desconectarse de su celular sufre de nomofobia; este estado hace que la persona sienta ansiedad, miedo, sudoración y otros síntomas, por causa de no tener su celular cerca.
Enfermedades mentales: Muchas personas presentan enfermedades como la depresión, el aislamiento social, la ansiedad, la pérdida del placer y el disfrute de las actividades diarias, entre otros problemas psicológicos.
Enfermedades oculares: Permanecer mirando por horas las pantallas de un computador, celular o televisor, puede traer también problemas en los ojos. Los más comunes son: resequedad y tensión ocular.
Sobrepeso y obesidad: Una persona que pase demasiado tiempo usando celulares y otros elementos electrónicos es más proclive al sedentarismo, y, por ende, a padecer sobrepeso y obesidad, que derivan en otros problemas como enfermedades del sistema circulatorio, y diabetes, entre otros.
El perfil es variado: desde adolescentes que pasan horas en juegos online, hasta adultos que perdieron a su pareja o que fueron despedidos de sus trabajos, por estar demasiado tiempo en Facebook, WhatsApp o similares.
Aunque la nomofobia es todavía un tema relativamente nuevo, en Argentina, Brasil, Corea del Sur, España, EUA, Japón y China, ya consideran esa dependencia como un problema de salud pública, que se trata en centros de rehabilitación.
El Dr. José Beltrán Ibarreche, del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, en México, advirtió que la Nomofobia es un miedo irracional, como toda fobia, a no traer el teléfono celular. «No es una amenaza contundente, sino que nosotros le damos ese carácter de algo amenazante, como puede ser la aracnofobia a las arañas, la agorafobia a los lugares abiertos, la claustrofobia a los lugares encerrados; la nomofobia es a no tener celular, a si se me está acabando la pila, o si lo olvidé…».
Y para ti: ¿es un medio útil, vicio o ya nomofobia? Piénsalo…
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